«Qué terrible es la sabiduría que no aporta beneficios a los sabios, Johnny.» (Angel Heart, 1987)
Esa frase, al final de la película, resuena con fuerza en muchas organizaciones. Especialmente cuando se trata de perfiles senior que, tras años de experiencia en múltiples empresas, ven con claridad lo que va a suceder. Identifican riesgos, anticipan consecuencias y pueden prever escenarios negativos con sorprendente precisión. Y, sin embargo, no siempre son escuchados.
En el peor de los casos, sus advertencias se reciben con condescendencia. Se ignoran silenciosamente, o -peor aún- se asumen como exageraciones de alguien “quemado” por la experiencia. Y entonces, inevitablemente, aquello que se había anticipado termina sucediendo.
«En ese momento, por supuesto, no podemos decir ‘te lo dije’. El contexto empresarial no lo permite.»
Pero lo que sí queda claro es que era evitable. Y ahí radica la paradoja: a veces, la sabiduría que no aporta beneficios puede resultar verdaderamente terrible. Porque no solo queda frustración personal; queda un coste tangible para la empresa.
La experiencia no es sustituible
La experiencia no es algo que se pueda traspasar con un manual, un curso o incluso (todavía no) con Inteligencia Artificial. La experiencia se construye con:
- Situaciones vividas.
- Consecuencias observadas.
- Decisiones tomadas y sus impactos.
- Capacidad de contextualizar
- Modelización de escenarios y anticipación de problemas futuros.
Un profesional experimentado ha desarrollado la capacidad de modelizar: anticipar lo que puede ocurrir a partir de variables aparentemente menores, evaluar el impacto y decidir cómo mitigarlo.
Esa capacidad no se adquiere automáticamente con el paso del tiempo, ni es universal —a veces ni siquiera se desarrolla—; cada trayectoria profesional genera un conocimiento único, acumulativo y difícil de replicar.
La oportunidad de escuchar
Aquí reside también la oportunidad. Identificar y escuchar a quienes han desarrollado esta habilidad es un activo estratégico. No se trata solo de respetar la jerarquía, sino de reconocer que la experiencia aporta visión, anticipación y prevención.
Escuchar a quienes ven lo que podría ir mal no garantiza que todo salga perfecto, pero aumenta significativamente las probabilidades de evitar errores costosos.
Sabiduría útil vs. sabiduría terrible
En definitiva, la experiencia es un capital invisible que puede salvar decisiones y estructuras organizativas. Ignorarla no solo desperdicia talento, sino que convierte la sabiduría en un recurso terriblemente ineficaz, útil solo para quien la posee, pero sin beneficios para la organización.
Robert De Niro lo tenía muy claro en El corazón del ángel gracias a su ventajosa posición (que no revelaremos): la sabiduría es terrible cuando su valor no se aprovecha. Y en el mundo empresarial, escuchar a quienes ya han visto cómo se desarrollan los escenarios puede marcar la diferencia entre repetir errores y anticiparse a ellos.
[En la película, la historia de Johnny no termina demasiado bien, un recordatorio de que incluso la sabiduría más sólida no siempre puede cambiar un destino que ya estaba marcado.]



