La transformación de LinkedIn: de currículum digital a escenario emocional

LinkedIn nació como red profesional, pero su evolución hacia plataforma de contenido ha desplazado el mérito por el relato. El perfil ha dado paso al personaje y el discurso técnico convive ahora con una emocionalidad más propia de redes sociales de ocio. No era obligatorio que toda plataforma terminara socializándose; quizá la verdadera ventaja competitiva hoy sea recuperar la credibilidad sobre la puesta en escena.

ORIOL GUITART

Redes Sociales

🕒 Tiempo de lectura: 5 minutos

De herramienta sobria a plataforma de presencia digital

LinkedIn nació en 2003 para resolver un problema muy concreto: facilitar el contacto entre profesionales en un entorno digital que todavía no entendía del todo cómo gestionar la identidad laboral. Frente a redes como Facebook o Twitter, construidas en torno a la vida personal y el ocio, LinkedIn se posicionó desde el principio como una herramienta seria, utilitaria y deliberadamente sobria.

Los perfiles funcionaban como CVs online, las conexiones eran casi siempre transaccionales y el intercambio de contenido se limitaba a actualizaciones laborales o artículos compartidos de terceros.

El perfil como núcleo de la propuesta de valor

Durante los primeros años, todo giraba en torno al perfil, no al discurso. La plataforma se consolidó económicamente apoyándose en tres vías de ingresos claras:

  • Publicidad segmentada: LinkedIn permite impactar a profesionales según cargo, sector o nivel de experiencia, lo que la convierte (¿convertía?) en una plataforma muy eficaz para campañas B2B orientadas a decisores.
  • Suscripciones premium: las cuentas de pago ofrecen más visibilidad, acceso ampliado a contactos y herramientas de búsqueda avanzadas, aunque su peso en ingresos es secundario.
  • Soluciones para reclutadores: la verdadera columna vertebral del negocio. Herramientas como LinkedIn Recruiter o Job Postings se convirtieron en el estándar para captar talento en miles de empresas

LinkedIn era fundamentalmente un espacio de búsqueda y visibilidad laboral, no un espacio para construir identidad pública.

El giro hacia el contenido como requisito de visibilidad

Ese equilibrio empezó a cambiar cuando la plataforma decidió competir no solo en el terreno del networking, sino también en el de la atención.

«Con adquisiciones como SlideShare, Pulse o Lynda.com, LinkedIn dejó de ser únicamente un directorio profesional para convertirse en un entorno donde el contenido ya no acompañaba al perfil sino que empezaba a definirlo.»

Publicar dejó de ser accesorio y pasó a ser parte estructural del juego algorítmico.

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Del ‘expertise‘ al relato: el ascenso del tono emocional

El cambio más profundo llegó cuando el peso del conocimiento empezó a ser desplazado por el peso de la narrativa. Lo que en un inicio era un espacio para compartir análisis sectoriales o aprendizajes técnicos acabó mutando hacia un formato más emocional, donde la visibilidad dependía tanto del fondo como de la capacidad de convertir cualquier experiencia en una historia inspiracional.

El algoritmo entendió que la interacción rápida se logra con empatía antes que con información, y el tono de la red se adaptó en consecuencia.

El impacto generacional: de red funcional a red identitaria

A diferencia de otras redes sociales, que nacieron con un sesgo generacional evidente —TikTok para jóvenes, Facebook para «mayores», Snapchat para adolescentes— LinkedIn se diseñó para ser transversal, acompañando a cualquier profesional desde sus inicios hasta la madurez laboral.

Sin embargo, en lugar de mantener esa neutralidad cultural, ha sido fagocitada por un tipo concreto de usuario que ha trasladado los códigos de las redes sociales de ocio al espacio profesional.

La consecuencia es una convivencia extraña entre ofertas de empleo, reflexiones técnicas y confesiones dramáticas que buscan más reacción que reflexión.

¿Era necesaria esta deriva?

Conviene plantear la pregunta de fondo: ¿realmente era necesario este cambio? No todas las plataformas deben evolucionar hacia una socialización blanda. No todo espacio digital tiene que priorizar la conexión emocional sobre la funcionalidad.

LinkedIn tenía la oportunidad de ser la última red donde el mérito profesional pesara más que la habilidad retórica, pero cedió a la lógica uniforme de la economía de la atención. Quizá la innovación no siempre consiste en parecerse a las demás, sino precisamente en resistir la tentación de imitar su dinámica.

¿Red profesional o escenario emocional?

No se trata de rechazar la dimensión humana, que puede aportar contexto y autenticidad, sino de señalar que el tono general de la plataforma se ha desplazado del mérito al relato y del perfil al personaje. Hoy es más importante saber contarse que tener algo sustancial que contar, y eso abre una duda legítima:

«¿Puede una red mantener su identidad profesional si la recompensa algorítmica se basa en emocionar antes que en aportar?»

¿Quién define el rumbo de la red social?

Desde que LinkedIn fue adquirida por Microsoft, dejó de tener accionistas independientes y de cotizar por separado. Esto ha tenido consecuencias importantes: la misión y los objetivos de la red se ven “emparedados”. Por un lado, se promueve que sean los propios usuarios quienes definan el rumbo, pero por otro, los criterios de rentabilidad empujan a alejarse de su propósito original.

Esta tensión entre comunidad y negocio plantea una pregunta clave: ¿quién marca realmente la dirección?

Recuperar la credibilidad como ventaja competitiva

LinkedIn, como plataforma, no es el problema. Lo es el uso que se hace de ella cuando se confunde autoridad con exposición, y adaptación a los «nuevos tiempos» (sic) con mutación forzada e inadecuada (de red profesional a red social). Pero precisamente porque el ruido ha aumentado, el contenido sobrio, claro y fundamentado puede quedar en el limbo del feed.

El reto ya no es dominar la mecánica de publicación, sino decidir con qué intención se participa: si para ser visible a toda costa en el corto plazo, o para ser creíble a largo plazo.

Sobre el autor

Oriol Guitart es un experimentado Business Advisor, estratega en negocios digitales y marketing, formador en empresas y Director del Master en Marketing Digital & Innovación en IL3-Universitat de Barcelona.

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