La obsesión por los unicornios: cuando la valoración termina siendo una distracción

Para algunos, perseguir el estatus de unicornio se ha vuelto una distracción. Hay startups que se apresuran a escalar sin validar el product-market fit, confundiendo valoración con valor. Casos como Quibi, Beepi y Jawbone muestran lo que ocurre cuando el hype eclipsa lo fundamental. El verdadero éxito no es mítico, es significativo, y más vale enfocarnos en construir algo real, rentable y duradero. No todas las empresas necesitan ser unicornios. Pero todo fundador debería querer crear algo que realmente importe en términos de ‘mercado’.

ORIOL GUITART

Startup

🕒 Tiempo de lectura: 5 minutos

El mito del unicornio: de excepción a estándar peligroso

En el mundo startup, pocas etiquetas pesan tanto—y tientan tanto—como la palabra “unicornio”. Acuñado en 2013 para describir a las startups más ‘especiales’ (empresas privadas valoradas en más de mil millones de dólares), el término se ha convertido desde entonces en una especie de trofeo. Una aspiración y un imán para los medios, el capital riesgo y los egos fundadores.

Pero en algún punto del camino, algo se desvirtuó.

La etiqueta de unicornio, pensada originalmente para señalar una excepción, hoy se trata como un estándar de éxito. Como si construir algo que no alcance los mil millones fuera un fracaso. Como si la velocidad y la escala importaran más que la solidez y el sentido común. Y ahí es donde (¡ay!) empiezan los problemas.

Valoración ≠ Valor

Perseguir el estatus de unicornio demasiado pronto lleva a tomar decisiones desconectadas de la sostenibilidad a largo plazo. Los fundadores pueden lanzarse a escalar antes de validar que existe un mercado real y repetible: el famoso product-market fit, el cual va ligado no tanto a la fidelización sino a la recurrencia. Aunque vinculados, no es lo mismo: fidelidad sin recurrencia no nos lleva muy lejos. Pueden levantar dinero que no necesitan, a valoraciones que no pueden justificar, solo por seguir en el “loop del hype”. Los equipos crecen más rápido de lo que puede crecer la cultura. Se inflan métricas y las suposiciones se acaban tratando como verdades.

Y en esa obsesión por el hipercrecimiento, podemos dejar de hacernos una pregunta clave:
¿Estamos resolviendo un problema real con una solución por la que la gente esté dispuesta a pagar?

Lo esencial no es glamuroso

El product-market fit rara vez es sexy. Validar un modelo de negocio requiere disciplina, no solo visión. Hablar con clientes, iterar con humildad y demostrar que alguien realmente paga por lo que construyes no genera titulares. Pero sí construye empresas que perduran.

Las startups no deberían crearse para fabricar mitos, sino para crear valor. Ese valor puede ser económico, social, ambiental—o los tres. Pero tiene que ser real.

Cuando el crecimiento oculta las grietas

Algunos de los casos más claros de obsesión mal llevada con los unicornios son startups que recaudaron rápido y escalaron fuerte—sin validar realmente si el mercado quería lo que ofrecían, o si su modelo de negocio podía sostener el hype. A veces la suerte tampoco ayuda… pero cuando la suerte juega a tu favor, no debería ser parte de la ecuación—especialmente en el mundo startup.

“Los inversores pueden tolerar diferentes niveles de riesgo, pero todos desconfían de lo que depende de la improvisación o carece de visión a largo plazo.”

Quibi

Con casi 1.750 millones de dólares de financiación, Quibi prometía revolucionar el video móvil con series cortas diseñadas para verse en movimiento. Colapsó en seis meses. ¿Por qué? Nunca validó si los usuarios querían otra suscripción de vídeo. Ignoró los hábitos de consumo (la gente ya estaba en YouTube y TikTok) y sobreestimó el tamaño de su mercado sin datos sólidos que lo respaldaran.

Beepi

Un marketplace de compraventa de coches entre particulares que levantó más de 150 millones y fue valorado en 560 millones. Pero nunca demostró tener un modelo de negocio sostenible. En lugar de centrarse en agilizar transacciones y validar los puntos de dolor reales, Beepi gastó de más en marca e infraestructura. No logró equilibrar oferta y demanda de forma eficiente—una señal temprana de mal product-market fit. Cerró en 2017.

Siempre es más fácil analizarlo a toro pasado… pero en vez de perseguir unicornios, habría sido más sensato centrarse en los ingresos derivados de estimar bien el mercado potencial.

Jawbone

Una prometedora empresa de tecnología de consumo, valorada en 3.000 millones, que fabricaba pulseras fitness y productos de audio. No pudo competir con Fitbit o Apple, ni logró diferenciarse. En lugar de iterar con datos reales de uso, lanzó productos al mercado sin validar una demanda duradera. Quemó capital y terminó liquidando.

El patrón es evidente

En todos estos casos, lo que falla no es la ambición—es la falta de validación rigurosa. Estas empresas ignoraron o se saltaron pasos como:

  • Demostrar una demanda creciente y clara, con casos de uso reales y métricas de engagement
  • Probar que el mercado está preparado y dispuesto a pagar
  • Respaldar sus estimaciones de TAM (*) con datos serios y fundamentados
  • Diseñar un modelo de negocio repetible y sostenible antes de escalar

(*) Total Addressable Market: es el valor total de ingresos que una empresa podría alcanzar si lograra captar el 100% de su mercado objetivo.

En resumen: querían parecer unicornios más que merecerlo.

Centrarse en lo fundamental

No toda empresa tiene que ser un unicornio. No todo fundador debe liderar una organización de 10.000 personas. El verdadero valor reside en construir algo rentable, respetado y duradero—aunque nunca alcance la mágica cifra de los mil millones.

La obsesión con los unicornios es, en el fondo, una distracción. Un efecto tratado como objetivo. Pero el éxito no se mide por la valoración; se mide por el valor.

Así que dejemos de medir la ambición por lo míticos que podemos parecer, y empecemos a medirla por lo significativo que podamos construir.

Sobre el autor

Oriol Guitart es un experimentado Business Advisor, estratega en negocios digitales y marketing, formador en empresas y Director del Master en Marketing Digital & Innovación en IL3-Universitat de Barcelona.

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