Startup vs. Empresa

Al igual que los seres humanos nacemos con todos nuestros órganos vitales, una startup arranca con todas sus áreas funcionales. Edad y tamaño suelen ser los parámetros más usados para definirla, pero no cuentan toda la historia: lo que realmente importa es el desarrollo y la madurez de esas áreas. Entonces, ¿podemos decir que una startup es una empresa, o todavía no?

ORIOL GUITART

Startup

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Startup: más alla de la edad y el tamaño

El término “startup” se usa para describir cualquier empresa de nueva creación (del marco temporal hablaremos más adelante), pero aparentemente huyendo del término «empresa», al cual se le atribuyen una serie de connotaciones… ¿negativas?

«Una startup surge para atender una necesidad ya cubierta, pero buscando superar a los proveedores actuales mediante una propuesta que no solo genera un valor añadido para el cliente potencial, sino que también logra capturar ese valor de manera efectiva».

En este sentido, una startup no puede limitarse a ser “otra opción más” en el mercado. Su razón de ser está en resolver un problema de manera más eficiente o aportando capas de valor adicional respecto a las soluciones existentes, algo que desarrollé en detalle en el modelo Innovation Analysis: Back & Forth Methodology.

Pero hay dos factores no relacionados intrínsecamente con la «solución» que siempre aparecen:

  1. Antigüedad: hace referencia al tiempo transcurrido desde su creación; se mide de forma directa en años o meses desde la constitución (fecha de fundación, primera facturación o lanzamiento de producto).
  2. Dimensión: describe su magnitud actual; se puede medir a través de número de empleados, facturación anual, volumen de usuarios/clientes o incluso capital levantado.

Cuando hablamos de una startup solemos caer en un error bastante común: la definimos casi siempre en función de estos dos parámetros —su antigüedad y su tamaño—. Y aunque estos indicadores ayudan a dibujar un contexto, también generan una distorsión peligrosa.

Una startup, más allá del relato y la etiqueta, no deja de ser lo que realmente es: una empresa, sí, con todas las funciones clásicas de finanzas, marketing, ventas y operaciones, solo que regida por otros parámetros, siendo el más importante de todos la escalabilidad.

«Igual que los seres humanos ya nacemos con todos nuestros órganos vitales, una startup ya dispone de todas sus áreas funcionales para ejecutar su actividad. Lo que marca la diferencia no es su existencia, sino el grado de desarrollo y madurez de esas áreas, un paralelismo claro entre ambos organismos.»

Qué dicen los expertos

Vamos a ir a literatura más o menos oficial para ver algunas de las definiciones…

Según BBVA, “una startup es una empresa, de reciente creación, con un gran potencial de crecimiento y que utiliza herramientas con base tecnológica y de comunicación”.

La Cámara de España define a las startups como “empresas de nueva creación… que presentan grandes posibilidades de crecimiento… en lugar de esperar beneficios, salen rápidamente al mercado para lograr crecimiento y financiación”.

Steve Blank, autor estadounidense y verdadero «emprendedor en serie» añade una distinción clave: “Una start-up es una organización temporal diseñada para buscar un modelo de negocio que sea repetible y escalable. Una empresa es una organización permanente diseñada para ejecutar un modelo de negocio que sea repetible y escalable”.

Su colega Eric Ries, compañeros en el desarrollo de la metodología Lean Startup, la describe así: “Una institución humana diseñada para entregar un nuevo producto o servicio bajo condiciones de incertidumbre extrema”.

Innovación, dinamismo, agilidad y rapidez son sus señas de identidad… pero también lo es un alto nivel de riesgo y provisionalidad.

Startup y dejar de serlo cuanto antes

Aquí es donde deberíamos ajustar el enfoque habitual: el objetivo de toda startup debería ser dejar de serlo lo antes posible. Estamos por tanto asumiendo que la estructura que se definió solo puede aplicar de forma exitosa durante un determinado lapso de tiempo.

No se trata «solo» de pasar de pérdidas a beneficios. Implica:

  1. Consolidar un modelo de negocio rentable y escalable.
  2. Pasar de una estructura improvisada a una organización madura y profesionalizada, con procesos claros en cada área.
  3. Cambiar el marco mental: del crecimiento acelerado a cualquier coste a la combinación de escalabilidad + rentabilidad sostenida.
  4. Reconocer que el equipo que hizo crecer la startup quizá no sea el mismo que logre llevarla a su madurez organizativa.
Startup: Modelo de negocio

El factor tiempo

¿Cinco años después del inicio puede seguir siendo una startup? Sí y no. Dependerá de muchos factores, pero no debemos olvidar que, al cabo de cinco años, el modelo de negocio —qué resolvemos, a quién y de qué forma, y cómo generamos y capturamos valor— debería estar consolidado.

¿Podemos pivotar? Por supuesto. Pero cada pivotaje tardío debería ir acompañado de un análisis riguroso sobre los motivos que han llevado a esa necesidad: ¿fue un fallo de lectura de mercado?, ¿una ejecución deficiente?, ¿o simplemente un cambio drástico en el entorno competitivo? Me he encontrado con todos ellos en diversos momentos.

No es solo finanzas, es cultura

Dejar de ser una startup es mucho más que alcanzar el punto de equilibrio. Es un cambio cultural: pasar de moverse por urgencias a trabajar con visión estratégica; a sistematizar; de depender de talento individual a construir procesos y estructuras que soporten el crecimiento a largo plazo.

Pero cuidado con malinterpretar actuar con urgencias con «impulsividad»: esta última bajo una manto de supuesta «energía» puede camuflar una clara incapacidad en términos de ejecución.

La etapa startup es vital, pero también frágil. El arte está en aprovechar su energía, agilidad e innovación y, al mismo tiempo saber poner, en el momento oportuno, esa “capa de profesionalización” que debe convertirla en una empresa sólida, rentable y escalable.

Ejemplos que lo ilustran

Typeform, nacida en Barcelona, entendió pronto que su futuro pasaba por dejar de operar como startup. Profesionalizó su gestión, reforzó procesos internos y consolidó un modelo de ingresos recurrentes. El resultado: una expansión internacional sostenida y sin perder su esencia de producto.

En el extremo contrario, Zirtual, una startup estadounidense de asistentes virtuales, creció muy rápido, pero nunca ajustó su estructura a las exigencias de una empresa consolidada. Cuando los problemas de flujo de caja llegaron, no tenían ni la madurez ni los procesos para reaccionar a tiempo, llevando al cierre de un día para otro.

¿Startup = Empresa?

Como comentaba al inicio, Steve Blank la considera una «organización temporal», por lo que inevitablemente deberá terminar pasando por una fase de metamorfosis hacia «algo» diferente. Bajo su prisma, debería ser una empresa: en ese caso, una organización orientada a ejecutar un modelo de negocio ya validado, escalable y rentable.

Mi única discrepancia es que, antes de su metamorfosis, ya debe contener las estructuras y procesos esenciales de una empresa, ya que sin ellos la propia validación del modelo de negocio es inalcanzable.

Sobre el autor

Oriol Guitart es un experimentado Business Advisor, estratega en negocios digitales y marketing, formador en empresas y Director del Master en Marketing Digital & Innovación en IL3-Universitat de Barcelona.

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